Andamos en tiempos despistados, perdidos frente a tantas noticias que hablan del “agotamiento” del sistema. Algo muy profundo se ha roto y andamos moviéndonos en la incertidumbre, la más difícil de las energías.
Para los que estamos cerca de niños, bien como padres o profesores, esto se hace especialmente evidente y claro. Nuestra infancia con sus tiempos y vivencias esta muy lejos de la de ellos. No han pasado tantos años pero, si observamos a nuestros niños con humildad, vemos como traen “de serie” conciencias y capacidades que nosotros no teníamos.
Día a día hablo con abuelos, maestros, padres o profesionales de la educación que se sienten literalmente conmovidos por estos “nuevos” niños. No hablo de capacidad intelectual, ni de niños superdotados, ni mucho menos de capacidades paranormales ( índigos, cristal y demás), hablo de niños que demandan una nueva forma de hablarles, de expresarse, de relacionarse, de educarles, en definitiva, de verles.
Nuestros niños quieren que les VEAMOS y no van a parar hasta conseguirlo. Nos lo van a seguir demandando a través de su rebeldía, sus dificultades de aprendizaje, su fracaso escolar y tantos fracasos que no dejan de ser nuestros fracasos como sociedad, aunque algunos prefieran señalarles con el dedo para sentir más ligera su carga.
Y aquí viene lo difícil…¿cómo vamos a VER en ellos cosas que no somos capaces de VER en nosotros mismos?
VER, con mayúsculas, implica mirarles sin expectativas y programaciones. Supone desarrollar una confianza en ellos y en la vida absoluta, dejando con esfuerzo a un lado todas las convocatorias al miedo que nos llegan del exterior. Significa abrir puertas a posibilidades de vida y formación que hace tiempo dejamos a un lado. Pedagogías que hagan posible que aparezca el “brillo” de cada uno de ellos, que no sean un camino inevitable a la uniformidad, que deja a tantos fuera de la educación.
Autor: Marina Escalona Aprendemos todos