En los niños, la estructura cerebral relacionada con la empatía no está madura, por lo que proyectan sus propias emociones en los demás.
Los niños son emocionalmente más egocéntricos que los adultos. O dicho de otro modo, les cuesta más ponerse en la piel del otro. Si un niño se siente contento porque ha ganado la partida, no llega a entender por qué su contrincante se siente decepcionado. En cambio, si ha perdido, considera que el otro jugador también debe sentirse insatisfecho. Según una reciente investigación, en la infancia la estructura cerebral responsable de la empatía, el giro supramarginal de la corteza derecha, todavía se está desarrollando, fenómeno que influye en el egocentrismo emocional.
Región cerebral contra el egoísmo
Para su estudio, investigadores del Instituto Max Planck de Cognición y Neurociencia compararon el estado emocional de probandos de diversas edades a partir de un juego en el que podían ganar o perder dinero. «Estudios anteriores han demostrado que con este tipo de juegos de recompensas y sanciones se pueden producir estados emocionales de parecidas características en niños y adultos. Los niños se alegran igual que los adultos si ganan dinero y su enfado ante las pérdidas es igual de intenso», indica Nikolaus Steinbeis, autor principal del estudio. Los científicos también registraron la actividad cerebral de los probandos mediante tomografía por resonancia magnética con el objetivo de determinar el motivo del egocentrismo emocional.
Armado con una pantalla y un teclado, pero sin ver al contrincante, cada jugador debía demostrar su rapidez de reacción. A través del monitor se indicaba a cada uno si había ganado o perdido. A continuación, se le pedía que estimara cómo se sentía en esos momentos su adversario. Los niños, de entre seis y trece años, tendían a tomar el propio estado emocional como baremo para evaluar las emociones del contrincante, tendencia que no se daba en los adultos, puesto que estos concebían sin problema cómo se debía sentir la otra persona.
Las neuroimágenes por resonancia magnética revelaron una región importante para la superación de las propias emociones: el giro supramarginal derecho. Esta región se encuentra en estrecha conexión, entre otras áreas cerebrales, con la ínsula anterior, responsable para comprender los estados emocionales de las otras personas. Los autores constataron asimismo que con la edad disminuye el grosor de las fibras nerviosas del giro supramarginal derecho. Según concluyen, la capacidad de reconocer las emociones del congénere de manera independiente del propio estado emocional aumenta con la edad. «Cuanto mayor es un niño, mejor puede ponerse en la piel del otro», apunta Steinbeis.
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Fuentes: Gehirn und Geist / Instituto Max Planck
http://www.investigacionyciencia.es/noticias/si-yo-estoy-contenta-t-tambin-12144